

Inmersos en una guerra, la dura vida de los ancianos de una residencia en Ucrania
La felicidad es "tener lo suficiente para no morir de hambre, ropa y zapatos. Es mi caso", comenta Zinaida Guirenko, jubilada ucraniana cuya vejez se vio sacudida por la invasión rusa.
Hasta mayo de 2024 vivía en Zaoskillia, un pueblo situado cerca del frente de guerra en la región de Járkov, en el nordeste, fronterizo con Rusia y arrasado por más de tres años de bombardeos rusos.
La anciana, que perdió un poco la memoria, explica que sobrevivió a las bombas. "Estaba estirada en el suelo y todo empezó a derrumbarse. Cuando volví a abrir los ojos seguía viva", detalla.
Evacuada, ahora vive en el refugio para personas mayores Velika Rodina ("Gran Familia" en ucraniano), abierto en marzo de 2022 por una ONG, ubicado en una zona industrial de Járkov, capital de la región con el mismo nombre.
Agradece a sus benefactores por prestar atención a los "inútiles", y asegura no recordar su edad. "Soy del 39, hagan el cálculo", indica la mujer, que toda su vida trabajó en el sector ferroviario.
En Ucrania, entre los civiles, la guerra iniciada por Rusia mata especialmente a los ancianos.
La ONU estableció que casi la mitad de los civiles muertos en 2024 cerca del frente eran personas de más de 60 años, que representan aproximadamente una cuarta parte de la población ucraniana.
Por razones personales, financieras o debido a problemas de movilidad física, a menudo permanecen, aislados, en las localidades más peligrosas. Algunos inclusive se niegan a evacuar afirmando preferir morir en sus casas.
- Una vejez digna -
En Járkov, la fundadora del refugio para personas mayores, Olga Kleitman, de 56 años, afirma que las necesidades geriátricas actuales en Ucrania son inmensas.
Solo en su región, 32.000 ancianos tuvieron que abandonar su hogar a causa de los combates y necesitan ser atendidos. Pero, según ella, solo existen ocho residencias públicas adaptadas, un número ampliamente insuficiente.
También reprocha a las autoridades no apoyar financieramente su establecimiento, que a finales de marzo albergaba a 60 residentes y dependía únicamente de donaciones privadas.
"Las personas que trabajaron toda su vida merecen una vejez digna", subraya.
Arquitecta de profesión, Kleitman habla con la AFP sobre proyectos de ampliación. La mayoría de sus residentes vienen de zonas rurales y quiere crear un gran huerto con animales para recrear "los sonidos y olores" de un pueblo.
En una habitación, postrado frente a una ventana, está Iuri Miagky, de 84 años, originario de Saltivka, en Járkov. Ese barrio, situado en la entrada norte de la ciudad, fue terriblemente bombardeado desde el inicio de la invasión.
"¿Ucrania está dividida?", pregunta débilmente, perdido, como tantos otros, en la incertidumbre del conflicto.
Desde septiembre de 2024, Guyrenko comparte su habitación con Olga Zolotareva, de 71 años, quien se queja cuando la anciana se pierde en sus respuestas.
Durante 28 años Zolotareva cuidó de personas con discapacidades mentales en la ciudad de Liptsi, no lejos de la frontera rusa. Cuando comenzó la invasión estas personas fueron evacuadas, pero Zolotareva se quedó.
En mayo de 2024, cuando Rusia lanzó una nueva ofensiva sobre la región de Járkov, ella estaba en su casa, cuando "hubo un ataque". Una esquirla "de no sé qué" le destrozó la pierna derecha explica, mostrando su horrible cicatriz. Además de la paz, espera poder volver a caminar normalmente.
Minutos más tarde, en el momento de la despedida, Zolotareva comparte otra pequeña esperanza. La de volver a tener cerca "el olor de un hombre, porque por supuesto", lo echa mucho de menos.
U.Pospisil--TPP